22 nov 2011

Pablo Alborán.


  • Alguien Me dedico un tema de este chico en mi cumpleaños , En verdad es maravilloso escucharle ...
  • Sin duda, Pablo Alborán es el artista español del año y de los que aparecen con cuentagotas en décadas. Solo algunos, muy pocos, elegidos pueden llegar a esa conexión con su público en tan poco tiempo. Hay que tener magnetismo, carisma y buenas canciones para conseguirlo. También disciplina para seguir pisando el suelo y respeto y cercanía con los seguidores y seguidoras que han recorrido el éxito a su lado.
  • El éxito de Pablo Alborán se ha cimentado a base de un trabajo sin prisas, ganando fan a fan en cada concierto, en cada ciudad pequeña, mediana o grande. En ese terreno es donde se libran las batallas y ahí ha pasado Pablo buena parte del último año, cantando pero también hablando y escuchando a personas de lugares diferentes y de diferente modo de pensar, todos unidos por sus canciones. Ahí está el secreto de su éxito.
  • Pablo Alborán irrumpió en la escena musical española con una tremenda fuerza. Su álbum de debut entró directamente al nº1 en las listas de ventas físicas y digital de iTunes y el primer single, Solamente tú, también subió a lo alto del podio.
  •  Antes del lanzamiento, había recorrido España cantando con su guitarra en escenarios pequeños, donde hay que ganarse el público poco a poco. “Hablo de amor y desamor sencillamente, sin ser rebuscado. Me gusta escribir de manera directa para transmitir lo que pienso.
  •  Lo bonito es ir enseñando, involucrar a la gente, que haga suyas las canciones, compartir el aprendizaje…” decía entonces Pablo, que en sus canciones envuelve estos textos con una música que huele a sur, con un toque de raíz, rica melódicamente y elegante en la construcción.
  • Son las canciones que están en su disco de debut, algunas compuestas hace muchos años, cuando apuntaba la vocación musical impulsada por estudios de piano clásico, canto y guitarra. “Aprendí mucho y me apasionó descubrir esa faceta clásica.
  •  Quizá por eso también he escrito temas instrumentales. A los 13 o 14 años me di cuenta que quería dedicarme a esto; fue un impulso, una metamorfosis.
  • No me asusté ni me paralicé porque ya cantaba mis primeras canciones. Desencuentro la compuse a los 12 años. Para el disco tenía seleccionadas 30 o 40 canciones. Me gusta aplicar a mi música cosas raras, experimentar”.
  • Nacido en Málaga en 1989, Pablo Alborán elabora una música inspirada, de una solidez, riqueza y calidad originales en la escena del pop latino.
  •  Cuando se escuchan canciones como Solamente tú, Desencuentro, Miedo, Vuelve conmigo, Caramelo o Volver a empezar, inmediatamente planea la idea de que estamos ante un compositor de altura, serio, sensible, intuitivo, atípico, sorprendente, original… Con su álbum de debut, producido por su descubridor Manuel Illán y en el que colaboran las cantantes españolas Diana Navarro y Estrella Morente, Pablo Alborán ha demostrado que es un artista mayor, llamado a encender el corazón de las personas desde sus primeras canciones, siempre con el público a su lado, ampliado ahora con sus primeras visitas a Latinoamérica y con la publicación del disco en Estados Unidos, México, Argentina, Colombia y Chile, entre otros países.
  • Con este primer álbum, Pablo Alborán ha sido nominado a tres premios Grammy latinos 2011: Mejor Artista Revelación, Mejor Álbum Pop Vocal Masculino (Pablo Alborán) y Mejor Canción de Año (Solamente tú). Es el reconocimiento internacional del éxito de un artista que tiene la rara cualidad de superarse día a día para dejar las biografías antiguas en pocas semanas. Escuchen a Pablo Alborán.

Roger Waters



  • Concierto de 4:18 22/11/2011en Buenos Aires
    El día 7 de marzo del año 2002 Roger Waters tocó en Argentina por primera y última vez.
    La apuesta era contundente. Luego de casi dos décadas de vivir peleando con su pasado, de álbumes solistas que alardeaban de nuevas ambiciones artísticas cuando en realidad ni trataban de dismular su herencia floydiana, de vacías batallas legales y mediáticas para desacreditar a sus ex-compañeros, de shows que en vano trataban de captar atención mientras David Gilmour movía multitudes y millones solo por poser el maldito nombre de Pink Floyd sobre sus espaldas... Después de todo eso, Roger Waters decidió apostar a un último ataque. Y esta vez atacó con todo: una gira mundial en la que ya no habría priuritos ni culpa a la hora de recrear los viejos clásicos de Pink Floyd que él mismo había compuesto. De esta forma In The Flesh (así se llamó la gira) apuntaría más que nada a la nostalgia, a los clásicos, a celebrar, en manos de su legítimo creador, la obra de una de las 5 o 6 bandas más importantes de la historia del rock. Con ese objetivo el setlist de los conciertos estaría centrado en los himnos más representavios de Floyd con algunas canciones solistas como excusa. Interesante. Ciertamente la tentación fue grande y el público alrededor del mundo no se hizo esperar para comprar entradas. La cosa esta vez venía en serio y estaba claro que “la otra mitad” de Pink Floyd, con Gilmour cómodamente adormecido en Londres con sus caballos y su avión ultraliviano, no podría hacer mucho para minimizar este acontecimiento.
  • El tour americano/europeo fue un éxito, por lo tanto Waters, álbum en vivo mediante, decidió extender la gira a Sudamérica (Pasando por Chile, Argentina, Brasil y Venezuela) y a medidados del año 2001 me enteré que, así nomás, Roger Waters se venía para el lejano sur el siguiente año. Lo primero que se me vino a la cabeza es que tenía que ir SI O SI. Para colmo, ese octubre pasó por Buenos Aires otro gigante, Eric Clapton, y por alguna razón me tuve que conformar con ver el show en diferido por TV. Waters sería mi desquite, así que acordé con un par de buenos amigos para ir juntos al recital. Pero todavía faltaba mucho.
  • Entonces llegó diciembre y la Argentina explotó en pedazos. En unos pocos días la dichosa convertibilidad terminó por desmoronarlo todo: corridas bancarias, congelación de depósitos, saqueos a supermercados, estado de sitio, calles tomadas, protestas masivas en todo el país, violencia, ira, represión y muerte. Algo se había quebrado entre la gente y el gobierno, algo se había podrido y no había marcha atrás. Aquel veinte, entre nubes de humo negro elevándose sobre el infierno de Buenos Aires cayó De la Rúa. Se sucedieron cinco presidentes en una semana. Después vinieron todos juntos el default, la devaluación, la inflación y la pesificación de los dépositos en dólares.
  • Excelente panorama para un recital de rock ¿No? Rod Stewart, quien también tenía programado darse una vueltita por estos encantadores parajes dijo “SI CLARO, COMO NO” y canceló su recital. Era cuestión de días que Roger Waters siguiera el ejemplo. Pero no, Roger no solo sostuvo su presentación en Argentina sino que la organización del concierto bajó sustancialmente el precio de las entradas para adaptarse a la nueva realidad económica del país. Evidentemente es un tipo que cumple con las expectativas que genera, un tipo que está comprometido con su obra y su ideología. Claro, después de escribir un álbum como Animals o un manifiesto contra la Guerra de Malvinas como The Final Cut no iba a darle la espalda a sus desesperanzados fans latinoamericanos, aquellas Sheep cuya rebelión él mismo exaltaba en Animals.
  • Los otros dos guitarristas eran viejos conocidos: Snowy White, músico de sesión de Floyd desde los días de Animals y Andy Faitweather Low, quien ya había estado con Clapton apenas unos cinco meses antes. Lo que también había era un coro de tres chicas, un elemento infaltable en los conciertos modernos de Pink Floyd al cual todavía no me acostumbro. Las performances de las canciones eran impecables, aunque, fiel a la tradición de Pink Floyd, eran muy similares a las versiones de estudio... lo cual no es malo: después de todo, reproducir con tanta profesionalidad y fidelidad semejantes piezas de música tiene su mérito. La calidad de audio era soberbia (sonido cuadrofónico y todo) solo que para mi gusto el volumen era un tanto bajo: mi única queja. El escenario era modesto; las luces apenas si hacían algún juego visual y no había NADA de esta pirotecnia millonaria tan característica de los shows de Pink Floyd, salvo una ENORME pantalla de cine detrás del escenario que presentaba todo tipo de imágenes sugestivas para acompañar la música. Me quedé con las ganas de ver al cerdo volador nomás.
  • Siguiendo ahora con las canciones. Después de esos cuatro temas de The Wall se lanzó con un par de canciones de The Final Cut que yo no conocía: Get Your Filthy Hands Of My Dessert, un tema con claras referencias a las Islas Malvinas y a los amigos Galtieri y Thatcher (que fueron pertinentemente abucheados) y la devastardora Southampton Dock, con una letra que se adivinaba fuerte, emocional y trascendente. En ese momento nos cruzamos con una chica que estaba totalmente poseída por esta canción, y la cantaba gritando en éxtasis total, mirando hacia el cielo, casi desomoronándose con lágrimas en los ojos. Realmente me impactó mucho como puede alguien sumergirse en la emoción de la música a esos niveles religiosos, cómo se puede llegar a las fibras más hondas de la gente solamente escribiendo una canción.
  • Pero sigamos adelante. Todo lo evocativas que fueron estas primeras canciones, para mí el VERDADERO concierto empezó cuando, al tiempo que los últimos acordes de Southampton Dock se extinguían, apareció en la pantalla gigante la imponente y siempre oscura imagen de la Battersea Power Station de Animals, anunciando que, veinticinco años despues, algo sigue oliendo mal en la granja. Y entonces esas ominosas guitarras acústicas creciendo y creciendo... y un inequívoco escalofrío recorriendo mi espalda... nada menos que Dogs señores, una de las canciones más poderosas de Pink Floyd, ahí en vivo frente a mi ojos. No podía hacer otra cosa que contemplar en éxtasis, mientras la banda hacía una rendición impecable y completa (Casi veinte minutos!) de la épica de Animals, y un Waters sangrando esas letras que aún hoy siguen siendo actuales y severas como en 1977. En el oscurisimo intermezzo de sintetizador, mientras una jauría de perros hambrientos parecía rodearnos por completo, Waters y los guitarristas se sentaron en una mesa en el escenario a jugar al póker ¡Qué original! Supuestamente representando a los perros que echan a suerte los destinos de las pobres ovejas. Si por mi hubiera sido deberían haber seguido con Pigs y Sheep... Pero lo que vino después no desentonó: escuchen bien... el álbum Wish You Were Here CASI COMPLETO, con TODAS las partes de Shine On You Crazy Diamond, el clásico Wish You Were Here y una devastadora Welcome To The Machine. Shine On fue anunciada por la imagen espectral y ausente de Syd Barret proyectada en la pantalla; la gente lo reconoció y fue saludado por una ovación. Por su parte, Welcome To The Machine fue uno de los momentos más memorables del show: no solo porque la performance fue particularmente inspirada sino porque en ese momento una INMENSA nube de tormenta se alzó por detrás del escenario lanzando todo tipo de relámpagos y rayos que aportaban un toque visual espectacular a la ya de por sí increíble banda sonora. De hecho, en un momento particular, cuando Roger cantaba por segunda vez la inolvidable línea “So welcomeeeee... ¡To The Machine!”, un espectacular relámpago sincrónizó A LA PERFECCIÓN con el final violento de la frase. Fue INDESCRIPTIBLE, pareció calculado por el genio maldito de Roger, o por una naturaleza caprichosa que parecía estar escuchando la canción. La cuestión es que en ese momento todo el estadio, anonadado por la impresionante casualidad, se aunó en una enorme ovación al relámpago. El pobre Roger, incapaz de ver la tormenta, no debió entender por qué demonios la gente reaccionó así. Jajaja.
  • Luego de la última parte de Shine On You Crazy Diamond tuvimos un intermezzo de unos veinte minutos. Las luces del estadio se encendieron y una leve lluvia comenzó a caer sobre el estadio abierto; por suerte paró enseguida y nadie se molestó. La segunda mitad del show arrancó con una versión FENOMENAL de Set The Controls For The Heart Of The Sun, esa hipnótica e intimista pieza de A Saucerful Of Secrets. ¿Por qué digo que la versión fue fenomenal? Simplemente porque la tocaron ostensiblemente distinta a la toma original, con ominosas guitarras acústicas, oscuros sintetizadores, las luces casi apagadas y una película fumadísima en el fondo. Y entonces, después de Heart Of The Sun, un breve silencio sentenció el momento clave del concierto. Los primeros latidos de ese corazón humano sacudieron a un estadio que no podía confundirse: era el turno de The Dark Side Of The Moon. He dicho que Dark Side no es mi álbum favorito de Floyd, pero escuchar ese clásico latido, esos sonidos raros de Speak To Me unidos a la palpable emoción del estadio fue sencillamente inolvidable. Los clásicos Breathe, Time y Money se sucedieron impecablemente rockeando completamente la noche. La introducción de Time, particularmente, enloqueció a la audiencia con su TREMENDA acumulación y posterior liberación de tensión.
  • Allí la suseción de The Dark Side Of The Moon se interrumpió para dar paso a los temas solistas de Roger. En este parentesis el concierto perdió interés: no es que los temas de Waters son malos, pero parecen meros reciclajes de los esquemas floydianos, con demasiada pompa exagerada, mucho corito femenino y pocas melodías fuertes, nada muy diferente a lo que la otra mitad de Pink Floyd hizo en los 80. Mis oídos escuchaban estas canciones por primera vez y no tenía idea de cómo se llamaban. Más tarde supe que interpretó una sola canción de su primer álbum The Pros And Cons Of Hitch-Hiking, Every Stranger’s Eyes y cinco seguidas de su última placa de estudio, Amused To Death. La que más me gustó fue la canción titular: pura atmósfera, pero realmente buena, con esos oscuros y tétricos “Doctor, doctor, what is wrong with me?”. Los demás temas fueron: The Perfect Sense Parts 1-2, The Bravery Of Being Out Of Range y It’s A Miracle. Recuerdo que durante The Perfect Sense, Waters tuvo un inusual rapto de entusiasmo enérgico: empezó a correr de un lado al otro del escenario levantando los brazos y animando a la gente a cantar y levantarse mientras la música alcanzaba su clímax. El público no se hizo rogar y respondió con masivas ovaciones que hicieron de aquel uno de los momentos más intensos de la noche.
  • Y entonces sí, retomando Dark Side donde se había dejado, la banda interpretó Brain Damage / Eclipse cerrando el concierto de forma aplastante, mientras en la imagen cinematográfica de fondo aparecían políticos famosos y un eclipse de sol animado. Sin embargo aún faltaba en encore, y ahí llegó el momento mas inspirador de la velada: Una majestuosa y arrebatadora Confortably Numb despertó definitivamente la emoción del público y elevó la experiencia a alturas casi religiosas. Fue el clímax total de la noche: todos a mi alrededor, mujeres, hombres, jóvenes y viejos se hamacaban en trance cantando de memoria “There is no pain you are receiving / A distant ship smokes on the horizon”. Y yo ahí estaba, feliz de compartir con toda esa gente desconocida este momento tan especial, hermanados momentáneamente por una misma canción, una misma música, en un mismo lugar. En ese mágico instante pensé en lo solitario que me había sentido siempre con respecto a mi gusto y pasión por Pink Floyd: ahora sabía que miles de personas en mi ciudad sentían lo mismo, que se emocionaban con lo mismo y allí estábamos, unidos todos sin importar la religión, la escala social o el número de documento. El momento de Confortably Numb fue sencillamente insuperable y vaya ironía: Cuando David Gilmour compuso la música de Confortably Numb Waters casi lo manda a pelar papas, pero ahora esa misma melodía le servía como momento cumbre de su show.
  • Para el segundo y último bis yo esperaba algo a todo trapo, algo que me hiciera explotar la sangre y me volara los sesos, algo como Run Like Hell o Sheep (Si elegía tocar Sheep seguro que me moría allí mismo, no lo dudo). Sin embargo, Roger (igual que Clapton unos meses antes) decidió clausurar la noche con un momento intimista y reflexivo: para ello se sentó, tomó una guitarra acústica y tocó su última composición, la desgarradora Each Small Candle, mientras el público estrellaba el estadio con una constelación gigante de encendedores llameantes. A pesar de que la canción suena como The Division Bell y muchos seguramente no la conocían, el momento fue solemene y emotivo, más que nada porque la letra de la canción fue proyectada en la pantalla para que todos pudieran seguirla. Se trata de un poema antibélico que cuenta la historia (supuestamente verídica) de un soldado sebrio que rompe filas para ayudar a una mujer albana y su hijo abandonados en el desierto. La música es mediocre, pero la letra pega como la gran puta, más que nada en la introducción, tomada al parcer de un poeta danés...
  • Not the torturer will scare me
    Nor the body's final fall
    Nor the barrels of death's rifles
    Nor the shadows on the wall
    Nor the night when to the ground
    The last dim star of pain, is held
    But the blind indifference
    Of a merciless unfeeling world
  • Con esas palabras terribles el concierto de Roger Waters llegó a su fin. En casi tres horas se fueron toneladas de recuerdos, emociones, música y momentos inolvidables. Seguramente no volveremos a ver un show así por estos pagos por mucho, mucho tiempo.

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